miércoles, 10 de septiembre de 2014

CAPITULO 14



Paula estaba llena de energía inquieta cuando regresó a la cabaña, aliviada de encontrar que Pedro, de alguna manera, no se hubiera vengado. Todavía faltaban dos horas para la cena, y necesitaba tiempo para deshacerse de la ira y la frustración acumulada. 


Las cosas habían ido muy bien entre ellos, y luego él tuvo que hablar de matrimonio, llevando las cosas tan lejos que llegó a decir que ella acabaría con otro hombre. ¿No ve que tan cruel fue después de lo que casi habían hecho? ¿Después de lo que ella había querido de él durante años? 


Mirando los tenis para correr en su maleta, los ignoró a causa de la masiva bañera. Necesitaba chocolate, mucho, pero tendría que esperar hasta más tarde por esa comodidad. Se quitó la ropa y entró en el cuarto de baño, resistiendo las ganas de azotar la puerta. ¿Cuál era el punto cuando lo único que podría escuchar eran los malditos castores fuera?


¿Y por qué estaba tan molesta? Nada había cambiado entre ellos. 


Seguro, compartieron dos momentos de pura locura, pero las cosas eran de la manera en que siempre habían sido. 


Pedro simplemente no la quería… no tanto ni lo suficiente como para superar las razones que tenía para no estar con ella.


Una parte de ella sabía que tenía algo que ver con la relación de sus padres y no era algo sobre ella en absoluto. 


Todos los chicos Alfonso parecían estar un poco dañados. 


Pablo era demasiado despreocupado, no se tomaba en serio ni una maldita cosa en la vida. Patricio se la pasaba
teniendo sexo ocasional y Pedro...Pedro era el playboy. Le gustaban las relaciones, pero nunca permitía que duraran más allá de su auto impuesta marca de tres meses. Corto y dulce, le gustaba bromear.


Gimiendo, sumergió su cabeza bajo las burbujas, desbordando la tina y permaneció allí hasta que sus pulmones le quemaron. Burbujas se amontonaron en el borde de la tina cuando reapareció, retirando los largos mechones de cabello de su cara.


—¿Pau, estás ahí? —La voz profunda de Pedro penetró a través de la puerta cerrada del baño.


Sus ojos se ampliaron al tiempo que su mirada recorría velozmente el baño. ¿Había asegurado la puerta? Y ¿Por qué demonios dejó la toalla hasta allá, doblada pulcramente en el estante por encima del inodoro? Se aferró al borde de la bañera, preguntándose si debería pretender estar dormida.


Como si ese fuera un plan estelar. 

Y como todos los planes estelares, le explotó en la cara.


La puerta del baño se abrió lentamente, y los hombros anchos de Pedro llenaron el vacío.  


Paula chilló y frenéticamente comenzó a atraer las burbujas sobre su pecho. Segundos más tarde se dio cuenta de que tan estúpido era eso,considerando que había visto sus caramelos hace sólo unas horas, pero joder, ella no era parte de un peep show .


—¿Por qué entraste aquí? —preguntó, tratando de sonar calmada e inmutable ante el hecho de que él estaba cerca y ella desnuda.


Pedro cruzó sus brazos. —Te llamé, pero no contestaste.

—¿Así que el siguiente paso lógico era irrumpir en el baño? 

Se encogió de hombros. —Estaba preocupado de que estuvieras herida.




—¿En el baño? 

—Contigo, todo es posible. —La miró, sin siquiera intentar mirar a cualquier otro lugar que como lo haría la mayoría de los chicos. Pero Pedro no era mayoría de los chicos. Era una contradicción caminante.


Ella entrecerró los ojos. —Cielos. Gracias.

Pedro no dijo nada mientras entró al baño y se recargó contra el lavamanos.


El pulso de Paula se disparó a territorios inexplorados. —Um, ¿Te puedo ayudar en algo?


Las pestañas de él bajaron, y ella sabía hacia donde iba su mirada —a las burbujas que desaparecían rápidamente—  y calor comenzó a correr a través de sus venas. —No estoy seguro —dijo finalmente.
Entonces sus ojos se ubicaron nuevamente en su rostro—. Tenemos que hablar.

—¿En este momento?


—¿Qué tiene de malo ahora?


¿Era tonto? —Estoy en la bañera, Pedro, en caso de que no lo hayas notado.


—Oh, lo he notado —Bajo su voz, ronca y endemoniadamente sexy. 

Y el cuerpo de ella se fue directo a la tierra de tómame ahora. Dios, tenía que haber una píldora anti-sexo o algo para cuando él estuviera cerca. Ella dirigió su mirada hacia toalla al otro lado de la habitación y suspiró. —¿Puedes esperar hasta que terminé? —Tenían unas horas libres antes de la cena, por lo que el tiempo no era un problema. 

Estar en la bañera sin embargo lo era.

—Te he visto desnuda antes, Pau.


Ella dejó caer su mandíbula. —No me has visto completamente desnuda, muchas gracias.


Sus ojos brillaban. —En realidad, una vez lo hice, cuando tenías como cinco años. Corriste a través de la casa con tu culo desnudo cuando tenías varicela.


—¡Oh, Santo Dios!, ¿Por qué recuerdas esas cosas? —Iba a ahogarse a sí misma, aquí en la tina.


Apareció una media sonrisa. —Fue algo traumatizante. 

—Sí, bueno, esto es traumatizante, así que estamos a mano. —Dado a que parecía que no se marcharía, ella atrajo más burbujas a sus pechos—. Está bien. ¿De qué necesitamos hablar? 

—Tú. Yo. Lo que ha pasado entre nosotros —Lo dijo tan calmado que ella pensó que había escuchado mal al principio.


Pero no había sido así.


Hundió sus manos en el agua mientras lo miró fijamente. Él desvió su mirada recelosamente hacia donde se habían ido sus manos. —¿Hay algo entre nosotros?


La expresión de Pedro era ilegible cuando asintió. —Primero, no era mi intención... insultarte acerca de la cosa de no... salir. Salió al revés.


Esperanza no deseada se despertó en su pecho.


—Fingir que no pasó nada entre nosotros en las últimas veinticuatro horas es tan estúpido como fingir que nada sucedió hace tres años. No podemos seguir fingiendo.


La cabeza de Paula se meció un poco.


—Y creo que es obvio que me siento atraído por ti. —Su mirada se sumergió nuevamente, y las burbujas ya casi habían desaparecido. Piezas de carne rosa se alcanzaban a distinguir—. Te deseo.


Ella había dejado de respirar mientras su corazón galopaba. 


Bien. 

Guau. Esto era tan inesperado y no tenía idea de qué decir o hacer. 

Los ojos de Pedro eran como trozos de hielo azul que se derritieron mientras continuaba. —Te has metido debajo de mi piel, y he hecho todo lo posible para ignorarlo, porque enterrarlo no está bien.


Ella parpadeo. —¿Por qué? ¿Por qué no es correcto, Pedro

Se movió hasta quedar sentado al borde de la bañera, tan cerca de ella que su presencia le inundada. —No es lo que piensas, Pau.


Ya no tenía ni idea de lo que pensaba. —Entonces dime. 

Dando un pequeño suspiro, su mirada se trasladó a donde sus pies sobresalían del agua, hacia las uñas pintadas de rojo carmesí. Él no respondió.


Sin estar segura de si su falta de respuesta era algo bueno o no, ella hundió sus pies bajo el agua. Se estaba enfriando e iba a arrugarse si permanecía por mucho más tiempo.


Él sacudió su cabeza, esa media sonrisa se formó otra vez. 


—Querer lo que quiero de ti... nunca va funcionar. Sabes mi historia. Sabes... como me críe. Y eres hermana de Gonzalo. Es como escupirle en la cara.


Paula parpadeó. —No eres tu padre. 

Pedro no dijo nada.


—Y... Gonzalo confía en ti, no le estás fallando. No tiene nada que ver con él. —Levantando su barbilla, se encontró con sus ojos—. Entiendo a donde quieres llegar, pero...


—¿Pero? —Levantó sus cejas. 

Paula tomó una profunda respiración. —Pero somos adultos, Pedro. No necesitamos permiso de mi hermano. Y tú eres tu propia persona.


—No sólo está su permiso. 

Entonces entendió que Pedro necesitaba a alguien que le creyera, no porque dependiera de Gonzalo, incluso de ella. Y de repente el comentario que hizo anteriormente sobre ella siendo demasiado buena tenía sentido.


Él pensaba seriamente que ella era demasiado buena para él.


Su corazón se contrajo. ¿No ve lo que todo el mundo veía, que debajo de todo era un buen muchacho con estándares? ¿Era posible que ver a su padre maltratar a su madre lo hubiera deformado hasta este punto, donde creía que él mismo era incapaz de mantener una relación? ¿Incluso con ella, alguien que lo había conocido toda la vida? Quizás todo lo que necesitaba era un pequeño empujón. Y ese empuje tendría que ser de ella, y tendría que ser drástico. 

Tragando, ella colocó sus manos en el frío borde de la bañera de cerámica y se empujó a sí misma para levantarse. 


El agua corrió abajo su cuerpo. Las burbujas de jabón se deslizaron sobre sus muslos. El aire era fresco contra su carne tibia, y no podía creer lo que había hecho. Estaba completamente desnuda delante de Pedro y si la rechazaba ahora, dándole cualquier excusa, nunca sería capaz de superar ese rechazo.


Las fosas nasales de Pedro se expandieron mientras se inclinó hacia atrás, empuñando sus manos en su regazo. —Jesucristo... 

Sintiéndose expuesta, luchó por mantener sus brazos a los costados y permitirle mirar hasta hartarse. Y vaya que fuera él alguna vez hartarse de mirar. En todas partes que su mirada iba, sentía la caliente intensidad encendiendo su carne. Su piel picaba y flameaba. 

El calor la inundaba, reuniéndose en su centro. 

—¿Toalla? —dijo, con voz ronca. 

La miró mientras ella comenzaba a preguntarse si había perdido la capacidad de hablar. Y entonces lo vio —El momento en que comprendió lo que ella hacía, y eso le gusto. —No.


Su pulso latía con fuerza. —¿No?

3 comentarios:

  1. Wowwwwwwwwww, qué traumado está Pedro, pobrecito, cuánto mal le han hecho x favor!!!!

    ResponderEliminar
  2. Ay! Me da cosita Pedro! pobrecito! Me encanta esta actitud de Pau! Ojalá puedan avanzar! Muy buenos los 4 capítulos!

    ResponderEliminar
  3. ... crijjjto jesu !!! jajajajajajajaj

    ResponderEliminar