domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPITULO 22




Evitar a Pedro había sido exitoso a través de la mayor parte del ensayo. Hasta que nos alinearon para la procesión nupcial. Ella no había estado a solas con él todavía, pero no se le escaparía ahora.


Paula jugueteaba con un mechón de su cabello,
desesperadamente yendo por el aspecto no afectado, pero la presencia de Pedro a su lado era como estar al lado del sol, demasiado caliente para no sentirlo y demasiado poderoso para no verlo.


Mirando fijamente hacia adelante, fingió estar absorta en lo que Sasha estaba diciendo a Pablo. Tenía algo que ver con palabras de seguridad, y realmente deseó no haber oído nada de eso. Lo curioso de Pablo y Patricio era como los veía como una clase de hermanos. Al escuchar ese tipo de cosas le daban ganas de bromear, pero Pedro era diferente. 


Él siempre había sido diferente.


―Tenemos que hablar ―dijo Pedro en voz baja.  


Ella fingio inocencia. ―¿Sobre qué?


Sus cejas bajaron de golpe, y supo en ese momento que él veía a través de ella. La conocía demasiado bien. ―Sabes exactamente qué.


Paula realmente no quería entrar en el por qué detrás de la razón por la que la dejó esta mañana, y salió de la cabaña antes de que ella abriera los ojos. Y si él le ofrecía una disculpa por lo de anoche, lo golpearía. En serio.


Cruzando sus brazos, volvió a centrarse en la parte posterior del pelo platinado de Sasha. ―No hay nada de qué hablar.


―Tonterías.


Al sonido del gruñido de Pedro, Sasha miró por encima del hombro, con las cejas arqueadas, pero Paula hizo como si no hubiera oído nada.



Pedro se acercó más, bajando la cabeza mientras sus dedos acunaron su codo. Ella saltó ante la sacudida inesperada que envió calor zumbando a través de sus venas. Contra su voluntad, sus ojos se encontraron con los de él, y captó su sonrisa satisfecha.


―Eso es lo que pensé ―dijo.


No se movió, no podía o simplemente no lo haría. 


―¿Pensaste qué?


Cuando hablo , su voz fue un susurro contra su mejilla. 


―Estás fingiendo que no pasó nada, que no estás afectada, pero te conozco mejor.


Paula se erizo  y le lanzo una mirada fulminante. 


―¿Perdon?


―Oh, no pretendas ahora. Te has estado escondiendo de mí todo el día como una cobarde…


―¿Una cobarde? Dios. Tú…


Más adelante, el planificador de la boda se aclaró la garganta, interrumpiendo lo que habría sido una diatriba épica. ―Muy bien, vamos a pasar a través de la fiesta nupcial ―dijo el planificador, su voz entrecortada y tan profesional como su cola de caballo apretada y traje de pantalones crispados―. Al principio del “Canon en D”, la primera pareja se dirigirá fuera y daré una señal para cada pareja adicional.


¿Pareja? Paula sacudió con fuerza su brazo.


Pedro sonrió.


La música instrumental clásica empezó, y el primero de la procesión empezó a avanzar, tomados del brazo.


Paula fijo una mirada gélida en Pedro. ―Eres un imbécil  
arrogante ―finalizo ―. No estoy cautivada por ti como crees que lo estoy.


―Dice la chica que me azoto ayer y luego grito mi nombre como…


―Cállate ―susurro , sus mejillas ruborizándose, Sasha y Pablo fueron los siguientes. La dama de honor se aferraba al brazo de Pablo, como si temiera que él estuviera a punto de salir corriendo. Decisión inteligente.


Pedro ofrecio su brazo. ―¿Señora?

Rodando los ojos, se debatió en no hacerle caso, pero eso llamaría la atención innecesaria y no deseada. Varios ojos ya estaban sobre ellos.


Así que, bueno, más atención. 

A regañadientes, puso su brazo en el hueco del suyo. ―No vamos a hablar de lo de anoche. Es lo que es.


Él se quedo mirándola. ―Eres incomprensible.


―Y te vuelvo loco. Lo entiendo.


―Señorita Chaves y Señor Alfonso ―llamo el planificador.
Juntos, se adelantaron con rigidez. Tenía que ser evidente para todos los presentes de que algo estaba pasando entre ellos. Pedro parecía como si quisiera estrangularla; y ella tenía la mirada de ojos bien abiertos como ciervo frente a unos faros. Cuando llegaron al final del pasillo, se separaron.


Tomando su lugar al lado de Sasha, echó un vistazo a los padrinos de boda.


Pedro, la miraba con una intensidad que encendía su interior tanto desconcertada como emocionada. Traicionada por su corazón y ahora su cuerpo, se obligó a apartar la mirada. La confusión se extendió por ella como un jarro de agua fría. ¿Pedro no la entendía? Bueno, eran dos guisantes en una vaina, entonces, porque él había dejado claro ayer que sólo había estado interesado en una aventura de una noche. Y la había conseguido.


La inquietud sustituyó a la confusión creciente en ella como jirones de humo acre.


Después que Lisa hizo su entrada, la sesión de práctica se
desarrolló sin problemas y rápidamente. La cena estaba siendo preparada en la sala de comedor más cercano, y aunque tenía hambre, su estómago estaba enturbiado. El aire se tornó viciado en la portería, y se sintió incapaz de respirar bien.


Excusándose, se apresuró a salir de la sala de recepción y hacia la parte trasera de la portería. En la cubierta, se arrastró al aire libre, dulcemente perfumado. Colocó sus manos sobre la barandilla y la apretó hasta que los nudillos le dolieron.


Antes del ensayo, se había ido a la esquina del lugar e hizo una llamada que casi la había matado. Su pregunta había sido recibida con conmoción y la promesa de reunirse y discutir algunos días después de regresar a casa. Odiando lo que había puesto en movimiento, pero sabiendo que no había otra opción, parpadeó para contener las lágrimas ardientes. Era el primer paso en la dirección correcta… una que no incluye Pedro Alfonso en su futuro. 

CAPITULO 21



—Oh, no puedo creer que esto esté pasando. —La madre de Paula agarró a Gonzalo una vez más, parpadeando para contener las lágrimas. La señora Chaves había estado lidiando con los abrazos desde el momento en que la cena de ensayo comenzó y no había un fin a la vista—. Mi pequeño ha crecido.


Gonzalo hizo una mueca. —Mamá...  


Ella lo atrajo de nuevo a su pecho, apretando y balanceándose.


Sofocado una sonrisa, Paula desvió la mirada y sus ojos se encontraron con los de su padre. Le guiñó un ojo y puso una mano en su hombro. —¿Qué crees que hará cuando te cases?


Paula palideció. —Uff.


Su madre le lanzó una mirada asesina por encima del hombro, y entonces finalmente liberó a su hijo y se dirigió a una sonriente Lisa. —Sé que tratarás bien a mi niño, así que voy a pedirte disculpas de antemano por el acueducto que se producirá a partir de mañana.


—¿Mañana? —Se quejó el señor Chaves—. ¿Qué tal desde que anunció su intención de casarse? 


—Cállate —dijo su madre, pero sonrió.


Paula colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, mientras todo el mundo empezaba a moverse en grupos. Irían a través de la marcha nupcial, un resumen de los votos, y luego a cenar. Y mañana... mañana su hermano se casaría.

Se acercó a él con una sonrisa aguada. —Estoy tan feliz por ti. Vas a ser un gran marido.


Gonzalo la tomó en sus brazos. —Gracias, hermanita. 

—Y padre —bromeó a la ligera.


La soltó, sus ojos muy abiertos. —Querido Dios, no digas eso todavía. Quiero por lo menos un par de años sin un pequeño Gonzalo corriendo alrededor.  


—O una pequeña Lisa.


—Ah, ¿una niña? No sé si podré lidiar con eso. —Negó con la cabeza—. Fue bastante malo combatir a los chicos que iban detrás de ti.


Paula rodó los ojos. —No fue nada de eso.


—Lo que sea. —Dejó caer el brazo sobre sus hombros—. Entonces, ¿cuándo vas a asentar cabeza? ¿Hacer la vida de mamá y papá completa?


Antes de que pudiera responder, se acercaron los hermanos Alfonso.


Pablo y Patricio flanqueando a Pedro, que estaba vestido con unos pantalones oscuros y una holgada camisa abotonada. Los mechones de cabello rizado húmedos colgaban alrededor de sus oídos. Las puntas de sus pómulos estaban ligeramente enrojecidas y sus ojos eran de un azul acerado.


Se veía absolutamente impresionante.


Paula esperaba que su hermano no se diera cuenta de que se había puesto rígida, pero, por supuesto, la suerte nunca estuvo realmente de su lado.


Gonzalo se echó a reír, pero ella le dio un codazo en el estómago y se escapó antes de que la manada de los hermanos pudiera descender sobre ellos. Se dirigió en dirección a Lisa y las otras damas de honor. Evitar la ceremonia estaría completamente fuera de discusión, pero siempre que no tuviera ninguna importante cantidad de tiempo a solas, podría hacer esto sin desmoronarse.


U obtener su corazón pisoteado aún más. Y sólo había una manera de hacer eso. Realmente dolía como el infierno; y mataba una pequeña parte de ella —la que aún creía en los finales de cuentos de hadas— pero no tenía otra opción.