jueves, 11 de septiembre de 2014

CAPITULO 15



Pedro puso las manos en sus caderas. El tacto de su piel en la suya envió escalofríos sobre ella. Le permitió que la ayudara a salir de la bañera, sin hacer ruido cuando la tiró entre la V de sus muslos. Esperó con el corazón en sus manos mientras él se inclinaba hacia adelante, presionando un dulce beso contra la llamarada de sus caderas.


El pecho de Paula se hinchó y el calor atravesó su cuerpo cuando su boca se movió hasta su vientre plano, su lengua bailando alrededor de su ombligo. Agarró sus hombros mientras echaba la cabeza hacia atrás, y su boca viajaba hacia arriba… y arriba.


Su cuerpo fue débil al primer toque de su boca en su pecho, caliente y demandante. Sus labios eran suaves pero firmes, persistiendo y persuadiendo pequeños gemidos de sus labios entreabiertos. Su cuerpo se volvió líquido bajo su toque experto.


—Abre tus piernas para mí —ordenó.


Más allá del control de su propio cuerpo, ella obedeció y se sacudió cuando sintió el primer tacto ligero de sus manos entre los mulos. Los dedos de Pedro eran ligeros como una pluma, bromeando mientras trabajaba en ella en un estado donde sus caderas se movían contra su mano, arqueando su espalda, rogando por más. Y entonces él le dio más,deslizando un dedo dentro de ella y luego dos. Jadeando, sintió sus dedos excavar a través de la camisa que llevaba, en la dura piel de sus hombros mientras su cuerpo se sacudía. Su pulgar se movió en círculos sobre el manojo de nervios en la unión de sus muslos. Su cuerpo enroscado profundo dentro de su centro, y se sintió a si misma comenzar a dividirse, a deshacerse. 

Pedro sacó su mano, y antes de que pudiera gritar en negación, apretó sus labios en el interior de sus muslos. Su corazón se detuvo y luego duplicó el ritmo erráticamente. 


Había pasado mucho tiempo, realmente mucho, desde que le hubieran hecho algo tan íntimo.


—Quiero saborearte —gruñó, acariciando la parte interior de sus muslos—. Dime que me quieres. Por favor.


—Sí —gimió, y entonces asintió, por si acaso no consiguió
imaginarlo, porque si no lo hizo, Dios mío, ella iba a ahogarlo en la bañera.


Y, ¿Eso no sería embarazoso de explicar a la policía y la familia entera?


Se deslizó sobre sus rodillas, y al primer tacto de su boca estuvo cerca de romperla en dos. Fue un suave toque de sus labios, un dulce, casto beso que comenzó como un fuego lento y luego explotó cuando profundizó el tacto, su lengua deslizándose por su longitud y luego dentro.


Pedro excavó en su carne, succionando, tirando, y lamiendo hasta que su espalda se arqueó y gritó su nombre. Estaba a punto, colgando sobre el borde y luego su liberación aceleró a través de ella, lanzándola tan alto, a un lugar donde solamente calor blanco y sensaciones existía. Y él siguió adelante, bebiendo de ella mientras otro clímax comenzó y la rompió de nuevo, sus gritos roncos mientras su cuerpo convulsionaba.


Cuando volvió a bajar, Pedro se había sentado en el borde de la bañera de nuevo y estaba sosteniéndola en su regazo, su mejilla descansando en su hombro. Sus manos trazaron un ocioso y suave círculo a lo largo de su espalda baja, siguiendo la curva de su columna vertebral.


Paula no protestó cuando él se echó hacia atrás, sus vibrantes ojos azules mirándola. Aquellos hoyuelos aparecieron en su sorprendente rostro, y ella quería besarlos. Quería hacer todo tipo de cosas. Empezando por pagarle…


Paula se agachó, con ganas de sentir su longitud, pero él la detuvo. —Todavía necesitamos hablar —dijo, sus dedos presionando en la carne de sus caderas de nuevo mientras la ponía de pie.


¿Hablar? No creía que fuera capaz de formar una frase coherente.


Pequeñas gotas de agua rociadas desde su pelo empapado cuando ella sacudió la cabeza.


Pedro se rió entre dientes mientras se levantaba. Llegando a su alrededor, agarró la toalla y lenta y cuidadosamente la secó antes de envolver el material de gran tamaño alrededor de su pecho.


—Ahora —dijo, presionando un beso en su frente—, puedo
concentrarme.


Ella lo miró, dudando cuan afectado realmente estaba cuando podía controlar su lujuria de esa manera y no tomar ningún placer para sí mismo. Indicios de malestar comenzaron en su vientre, algo no-tan-agradable de sentir después de algo tan alucinantemente maravilloso.


—Bueno, no puedo.


Tomando su mano, la condujo fuera del cuarto de baño a la cama.


Se sentó, agarrando el borde de la toalla, muy insegura de todo de nuevo.


Especialmente cuando sus emociones estaban en confinamiento, su rostro en blanco, pero sus ojos…


Se paró delante de ella, piernas abiertas en una poderosa y dominante posición. —Te quiero.


Me tienes, quería decir. —Creo que hemos establecido eso.

Sus labios se curvaron en las esquinas. —Y tú me quieres.


—Otro hecho conocido —dijo. Un hecho bien conocido, eso es, pero había no necesidad para ella señalar eso—. ¿A dónde va esta conversación? —Porque ella quería terminarla, desnudarlo, y finalmente llevarlo donde siempre había querido. Extrañamente, una cama en forma de corazón nunca estuvo en sus fantasías, pero estaba bien con la improvisación.


—Y me preocupo por ti. Realmente lo hago —Pedro se arrodilló frente a ella, sus ojos encontrando los suyos—. Sólo hay una opción.


La esperanza estaba de vuelta, golpeando en su interior como una mariposa hiperactiva. Preocuparse por alguien no significaba amarla, pero Pedro no era el tipo de hombre que proclamaba su eterna devoción, especialmente con los asuntos de su papá. Pero ella podía con eso. Y por
supuesto, había sólo una opción. Dejar toda esta tontería y estar juntos.


Enfrentar a su hermano, admitir lo que sentían delante de los demás, y manejarlo. Entonces podrían descubrir finalmente si de verdad había un final de cuento de hadas para ellos. Y por supuesto, montones y montones de sexo en el futuro próximo.


—De acuerdo —dijo ella, luchando contra una sonrisa tonta que la haría lucir como si hubiera sigo golpeada con la rama de la idiotez.


—Bien. Genial —Sus hombros se relajaron—. Porque esto es lo que ambos necesitamos.


Dios, siempre necesitaría esto, siempre.


Pedro sonrió. —Y una vez que lo hagamos, entonces… las cosas volverán a ser normales otra vez. Se habrá terminado.

Ella comenzó a asentir en acuerdo, porque ansiaba que su fantasía se hiciera realidad, pero lo que él dijo lentamente la hundió. Pavor helado flotaba sobre su piel —¿Vamos a ser normales otra vez?


—Tener sexo —explicó mientras se levantaba e inclinaba hacia adelante, colocando sus palmas en cada lado de sus muslos, enjaulándola—. Lo hacemos. Terminémoslo de una vez. Porque obviamente no podemos volver a las cosas que son normales hasta que lo hagamos.


Esa horrible sensación de frío se filtró a través de su piel, dejándola aturdida —¿Ser normales?


—Sí, como eran las cosas antes. Podemos ser amigos de nuevo — Puso una gran mano en su hombro, y ella se estremeció. Pedro frunció el ceño—. Sin daño. No hay culpa.


Paula estaba teniendo un momento difícil procesando lo que él estaba diciendo. ¿Cuánto tiempo había esperado para oírlo admitir que se preocupaba por ella, que la quería, y esto… esto parecía un amargo final, como una negación de fatalidad?


Un dolor se abrió en su pecho. 

Él tomó la nuca de su cuello, inclinando su cabeza hacia atrás.


Dejó un beso bajo su barbilla, el gesto tan dulce y suaves lágrimas llenaron sus ojos. 

Porque el gesto realmente no significaba nada.


—Di algo, Paula —Se alejó, retrocediendo sobre sus caderas.


No estaba segura de si podía decir nada. Un nudo se formó en su garganta, y se movió rápidamente subiendo. Sus entrañas se sentían magulladas, y cuando habló, su voz era ronca —Así que… ¿Así que es esa la solución mágica? ¿Tenemos sexo para salir de nuestros sistemas?


—No lo llamaría una solución mágica —dijo, con la cabeza inclinada hacia un lado—. Pero es algo, ¿No?


Era algo, de acuerdo, y no importa cuán mal lo quería, no era suficiente. Y Dios, ¿Picaba como una perra? No, era peor que una picadura. Era como ser cortada en partes.


—Vaya —murmuró finalmente, un tanto estupefacta—. Que proposición tan romántica, ¿Cómo podría negarme?


Sus labios se formaron en una línea apretada. —No necesitas ser una listilla al respecto.


Ella se rió, pero era un sonido quebradizo. —¿Qué se supone que tengo que decir, Pedro? 


De pie derecho, dio un paso atrás y negó con la cabeza. —Pau…


—Vamos a ver si lo entiendo —dijo, poniéndose de pie. Sus piernas temblaban. Su mano libre tembló cuando cruzó la distancia entre ellos y se detuvo—. Estás preocupado por no respetar a Gonzalo por estar conmigo y no quieres que me traten como tu papá trató a tu mamá, pero de alguna manera, en tu cabeza, ¿Dormir conmigo para sacarlo de tu sistema es menos ofensivo?


Pedro abrió la boca, pero nada salió. Tal vez se dio cuenta de su error, pero no importaba. Era demasiado tarde.


El corazón rompiéndose en un millón de estúpidos pedacitos, ella sonrió con fuerza. —Y si incluso hubiera algún estropeado universo paralelo donde esto estaría bien para mi hermano y tú, yo no estaría bien con eso.


Y entonces hizo algo que nunca había hecho en su vida.


Paula lo golpeó en la mejilla

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