¿Qué demonios pasó? Paula estaba perdida. En un momento discutían y al siguiente, se estaban besando y haciendo mucho, mucho más que eso. Cosas realmente calientes, ella se había arqueado con fuerza en sus brazos, como un arco, tan fuerte, tan cerca de romperse, y entonces…
Entonces el hermano de Pedro apareció. Incomodo ni siquiera era la palabra para eso.
Ella todavía estaba en las nubes cuando fueron conducidos a la colina donde se había establecido el día de campo.
Pedro regresó a su estoico silencio mientras que su hermano mayor tenía una sonrisa fija en su guapo rostro todo el camino de vuelta, y Paula... Ella honestamente no sabía qué hacer.
Se sentía como un zombi bipolar, un zombi bipolar caliente.
Su madre corrió y la apretó en un fuerte abrazo sacándola de su nube en el momento que fue descubierta. —Estábamos muy preocupados, cariño ¡Pensé que se habían extraviado o algo así!
Regresándole el abrazo a su madre, la tranquilizó. —Estoy bien. Solo me quede encerrada en la bodega.
—Oh ¡eso es terrible!
Su padre frunció el ceño. —Actualmente, en caso de lluvia radiactiva, la bodega puede ser el mejor lugar.
—Pa-pá—Gimió Paula.
Gonzalo sonrió desde su asiento junto a Lisa. —Por lo menos tenías a Pedro para que te hiciera un poco de compañía. No pudo ser tan malo y oye, ustedes no se mataron el uno al otro.
Paula se puso rígida.
Paseando junto a ella, estaba Patricio, miró por encima de su hombro y le guiñó un ojo antes de añadir —Lo que hace que uno se pregunte ¿Qué hicieron?
Tirando de su cabello para esconder el rubor de sus mejillas, se encogió de hombros y se instaló en una manta, ocupándose de lo que quedaba de la comida. En este momento, rodeada de sus familiares y amigos, no podía comenzar analizar lo que había sucedido, pero no podía detenerse de comprobar cómo Pedro estaba aguantando.
Él estaba con sus hermanos, sus largar piernas extendidas frente a él, sonriendo como si no hubiera nada por lo que preocuparse.
Bien. Así que esto podría ser bueno. Por lo menos no pensaba y tampoco planeaba venir con una disculpa. Su corazón hizo una voltereta.
Si él no venía a disculparse ¿Qué diablos significaba eso? ¿Significa que no se arrepiente de lo que paso? ¿Qué tal vez había un futuro para ellos? ¿Tal vez sacaba conclusiones demasiado pronto? Pero no era difícil cuando ella lo había amado durante tanto tiempo.
Dios, sonaba como una adolescente de trece años de edad.
—Que jodida es mi vida —murmuró.
—¿Qué, cariño? —preguntó su mamá.
—Nada, nada en absoluto.
Después de la comida, el resto del tour continúo. Por suerte, ella no se quedó atrás otra vez...O tal vez por suerte no, pensó mientras miraba a Pedro por enésima vez.
Cuando todos salieron de la camioneta y se dirigieron de nuevo a sus cabañas para descansar antes de la cena de gala de la noche, Paula se dirigió a la casa principal para doblar las tarjetas de boda. Esperando que la tarea estúpida devolviera su cerebro al camino. Y probablemente era una buena idea no regresar a la cabaña. Estar a solas con Pedro de nuevo tan pronto probablemente terminaría en desastre. Ella ya tenía un loco caso de nervios, sin tener idea de cómo actuar o cómo comportarse. ¿Qué hablar? ¿Actuar como si nada? ¿Continuar donde lo dejaron?
La puerta número tres, por favor.
Antes de que Paula llegara a las escaleras que conducían al pórtico, su madre le pasó un brazo alrededor de su cintura. —¿Cariño, te sientes bien?
Agotada como estaba, la verdad estaba loca por salir.
Bueno, al menos una verdad a medias. Estaban lo suficientemente lejos de grupo como para tener un poco de intimidad, pero mantuvo la voz baja. — Realmente no lo sé, mamá.
Su madre se quitó el sombrero y pasó las manos por su cabello, alisando oscuros mechones al azar. —¿Es la boda? ¿Trabajo?
—No. —Paula se echó a reír—. Estoy feliz por Gonzalo y Lisa. No es eso en absoluto. Y el trabajo es perfecto.
—Entonces, ¿qué es? —Apretó la mano de Paula—. No has sido tú misma desde que llegaste.
Deseaba tanto confiar en alguien, pero ¿Qué podía decirle a su madre? Moriría antes que admitir lo que había sucedido en la bodega.
—Nada, en serio. —Sonrió y luego su estómago cayó cuando alcanzó a ver a Pedro estirándose. En el sol de la tarde, se veía increíble. Su camisa se alzó, revelando todos sus abdominales. Tuvo que apartar su codiciosa mirada.
Su mamá puede decir y pensar algunas cosas locas, pero hombre, ella era observadora.
—Sí, ya veo.
—¿Qué ves? —Paula frunció el ceño.
Su madre se rió en voz baja. —Pedro, siempre es Pedro.
Ofensiva como lo era la declaración, no había nada que Paula pudiera decir. Demasiado nerviosa, demasiado ansiosa, acerca de lo que había sucedido, lo que podría ocurrir entre ellos, se quedó con los labios pegados.
—Ustedes dos han jugado al gato y al ratón durante demasiado tiempo —dijo su madre en voz baja.
Más como si jugaran al gato y al gato. Paula sacudió la cabeza en negación.
—Cariño, sé que tu corazón siempre ha pertenecido a ese chico Alfonso, desde el momento en que comensaste a verlo como algo más que un amigo de Gonzalo, que creo fue cuando cumplió diez años —La Sra. Chaves miró hacia donde él estaba de pie con los chicos. Inclinó la cabeza hacia un lado—. Pero él siempre ha visto a su padre en sí mismo. Pobre chico, no tiene ni idea de que él no es nada parecido a ese idiota.
—¡Mamá!
—¿Qué? —Se echó a reír—. Ese hombre era un padre horrible y un marido terrible. Lo que ese chico necesita es lo que todos los chicos Alfonso necesitan. Una verdadera mujer que le muestre lo que es el amor de verdad.
Paula abrió la boca para cambiar de tema, pero otra cosa salió.
—Él nunca se verá así mismo como alguien diferente, y nunca me vera como algo más que la hermana de Gonzalo.
—No, querida, él ya te ve como algo más que la hermana de Gonzalo. Solo que aun no lo sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario