Pedro se sentía malhumorado escuchando lo que sus hermanos y Gonzalo hablaban. Algo sobre la noche de bodas y el pánico escénico. ¿Qué diablos saben sus hermanos sobre la primera noche como marido y mujer?
Tenían tanta experiencia como Gonzalo.
Su hermano mediano, Pablo, finalmente apareció y después de que el padre de Gonzalo se marchara a reclamar a su mujer por la noche, empezó a dar consejos.
—¿Te afeitas tus muchachos? —preguntó Pablo, sosteniendo una lata de cerveza, mientras que todos los demás tenían vino.
—¿Qué? —Gonzalo se rió.
—Afeitar los muchachos. —Sonrió Pablo—. A las chicas les encanta cuando están totalmente suaves.
No había duda en su mente que Pablo sabía exactamente lo que las damas amaban. Todo el mundo en DC creía que Pedro era el hombre mujeriego del clan, pero en realidad, era Pablo.
—Realmente no quiero hablar de mis bolas contigo —dijo Gonzalo—. No ahora. Ni nunca.
Pedro rió. —Gracias a Dios.
—Te vas a arrepentir si no lo haces. —Pablo sonrió con esa sonrisa arrogante de él—. También debes llevar algunos juguetes. Eso hará...
Pedro distrajo a su hermano en ese punto. No le sorprendería que Pablo ya tuviera la cabaña de luna de miel de Gonzalo decorada con todo tipo de cosas perversas sólo por el gusto de hacerlo.
Apoyado en la baranda, Pedro se fijó en el grupo a su alrededor. La mayoría ya se había ido, incluyendo los padres de Gonzalo y Lisa. La gente más joven aún estaba despierta —el tipo de gente que estaría en uno de sus clubes.
Su piel le picaba. Odiaba estar lejos durante días sin la capacidad de asegurarse que las cosas funcionaban sin problemas. Sus gerentes estaban en el sube y sube, más que eficientes para mantener las cosassobre ruedas, pero a pesar de eso sería una noche lenta, lo pasaba fatal luchando contra el impulso de llamar y verificar cada cinco segundos.
Él también lo pasaba horrible no pensando en lo que sucedió en esa espantosa cabaña. Mierda. ¿En qué demonios pensaba? ¿Besar a Pau… otra vez? Miró a Gonzalo y casi pudo sentir sus bolas siendo castradas. Y se lo merecía. Con su reputación, estaba seguro de que Gonzalo no estaría muy contento de saber que Pedro se aprovechó de su hermana.
Aunque Gonzalo nunca lo había dicho —demonios, varias veces en realidad sugirió que Pedro y Paula salieran juntos— no había manera de que eso fuera a suceder. Y dudaba que Gonzalo lo apoyara si se hiciera realidad, tomando en consideración el historial de Pedro con las mujeres y el ADN que compartía con su padre. Las sugerencias de Gonzalo no eran una luz verde.
Cruzando los brazos, movió su mirada sobre el mar de rostros bebiendo y sonriendo a su alrededor.
Allí se encontraba ella, por los bancos. Tenía que estar en su cuarta copa de vino por ahora, debido a la cantidad de copas vacías que se posaban a su alrededor, y esta iba a ser una larga, aunque interesante, noche.
Pau.
Pequeña jodida Pau...
Cuando la había besado antes... Dios, no conocía a una mujer más sensible. La forma en que se arqueó contra él... El susurrante sonido femenino que hizo casi lo había deshecho y ese había sido su llamado de atención, pero ella había sido tan condenadamente caliente.
Todavía estaba demasiado malditamente caliente.
Pedro cambió su postura, reprimiendo un gruñido. Lo que había ocurrido esta tarde, al igual que lo que pasó aquella noche en su club, fue un error. Un error que disfrutó, pero algo que no podía volver a suceder.
Era la hermana de su mejor amigo...
Quién ahora se encontraba ahora de pie en un banco, con una copa de vino medio vacía colgando de sus delgados dedos mientras balanceaba sus caderas al suave retumbe de la música que venía desde el interior.
Dios. Maldita sea.
Uno de los compañeros de trabajo de Gonzalo la abordó, sonriendo como si acabara de ganar la puta lotería o algo así. Y cuando ella levantó sus brazos y su cuerpo se movió en curvas sensuales al ritmo de la música, el tipo pensó que sus posibilidades de tener suerte esta noche eran bastante altas.
Sin pensarlo, Pedro se apartó de la barandilla y dio un paso hacia ellos. A segundos de caminar directo hasta ella y alejarla de ese maldito tipo, se obligó a detenerse. ¿Qué demonios hacía? No era su problema.
Pero, maldita sea, si una parte de él quería que ella fuera su problema.
Volviendo a inclinarse sobre la barandilla, apretó la mandíbula cerrada con tanta fuerza que le dolían los dientes. ¿Quién era ese tipo hablándole, persuadiéndola a dejar la banca? ¿Robby? ¿Bobby? ¿Algún imbécil llamado así?
Quienquiera que fuese, se estiró, le puso las manos en las caderas y la levantó y la dejó sobre el suelo. Su risa suave viajó a través de la cubierta, y todos los músculos del cuerpo de Pedro se tensaron.
—¿Qué te tiene de ese jodido humor, hermano? —exigió Patricio.
Pedro lo ignoró, incapaz de apartar la vista de la situación desarrollándose ante él.
Su hermano mayor siguió su mirada y se rió entre dientes.
—¿Qué hace la pequeña Pau por allá?
—Nada más que meterse problemas —murmuró Pedro.
Patricio rió. —Tan sólo se está divirtiendo. No hay nada malo en bailar con un chico.
Él no concordaba.
—Ya no es una niña —agregó Patricio, como si Pedro necesitara ayuda para darse cuenta de eso.
La ira pinchaba en él. —Ni siquiera conoce a ese tipo.
—¿Y? —Y entonces, pareció entender—. Oh, hombre, tienes que estar bromeando.
La cabeza de Pedro voló hacia su hermano. Cualquier otro hombre se habría acobardado por la peligrosa mirada en su rostro, pero no su hermano. Nada asustaba a Patricio.
—¿Qué?
—Ni siquiera tratas de fingir. —Patricio meneó su cabeza y luego se echó a reír—. Te has enamorado de Pau.
Frunció el ceño. —No tienes idea de lo que hablas.
—Mierda. —Patricio apoyó la cadera contra la baranda y miró por encima del hombro—. Gonzalo probablemente te dará una paliza.
Como si yo no lo supiera, pero gracias por señalarlo. La mirada de Pedro volvió de nuevo a Paula. Todavía había un poco de espacio entre ella y el tipo, pero le sonreía—el tipo de sonrisa que era inocente y sexy como el infierno, todo al mismo tiempo, y los intestinos de Pedro se contrajeron.
Patricio apretó su hombro. —Pero creo que después de que te muela a palos, probablemente te agradecerá.
Dudoso. —¿Por qué?
Su hermano le devolvió la mirada como si Pedro fuera un idiota. — Pau podría terminar con alguien peor.
—Guau. Gracias. —Una sonrisa irónica tiraba en sus labios.
—Sabes lo que quiero decir. Una vez que se haga a la idea de ti y de ella, estaría más que feliz por eso. Te conoce. Confía en ti.
Sí, y ese era otro problema. Gonzalo confiaba en Pedro, así que hacer cualquier cosa con Pau era escupir en la cara de Gonzalo, porque no había ninguna duda en la mente de Pedro que las cosas terminarían mal.
—Sí, eso no va a suceder —dijo finalmente.
Pedro se quedó callado por un momento mientras su mirada se fijó en los árboles de uva meciéndose. —¿Quieres decirme por qué?
—¿Es necesario?
Hubo otra pausa y luego—: Simplemente no lo entiendo. Pau siempre te ha amado… no me des esa mirada. Todo el mundo lo sabe. — Su hermano le dedicó una sonrisa rara—. Ustedes dos estarían bien juntos, sería buena para ti.
Se negó a pensar siquiera en eso.
—Y eres lo suficientemente bueno para ella —agregó su hermano en voz baja.
Pedro pasó una mano por su pelo. —¿Por qué hablamos de esto? Demonios, en todo caso, su hermano debería llevar su pequeño culo de vuelta a su cabaña antes de que se meta en problemas con como-se-llame.
Patricio rió entre dientes. —Parece que Gonzalo se está llevando a su novia detrás de los arbustos.
Y el infierno si Gonzalo no lo hacía, no podía culparlo. Pedro dejó escapar un largo suspiro, considerado regresar a la cabaña... o a dormir en el auto por la noche. Se hacía tarde y aquí de pie, mirándola…
La risa de Pau sonó como campanas de viento mientras se levantó en el aire, la copa de vino en el olvido. El tipo tenía sus brazos alrededor de su cintura, atrayéndola hacia él.
Y eso fue todo.
Pedro dejó de pensar. Apartándose de la barandilla, apenas registró a su hermano que dijo algo burlándose a su espalda ya lejos de él,mientras Pedro merodeó por la cubierta y se colocó detrás del tipo, haciendo caso omiso de las risas lejanas de su hermano.
Por un momento, los dos frente a Pedro no parecieron reparar en él, pero luego, la mirada de Pau pasó por alto y se desvió más allá del hombro del chico. El chico se tensó y luego se dio la vuelta. Una mirada a la cara de Pedro dejó sin habla al idiota. Bien.
—Pau —dijo Pedro, una voz sorprendentemente tranquila—. Es hora de volver.
Lo miró fijamente, con las mejillas encendidas graciosamente. —¿Por qué?
Su mirada debería haber dicho que realmente no tenía necesidad de explicar, pero era obvio que ella no veía las cosas claramente. —En serio, creo que es hora de dar por terminada la noche.
Pau hizo un mohín y luego, se volvió en busca de su copa. — Todavía es temprano. Y no estoy lista para regresar. Bobby, ¿has visto donde puse mi copa? Está por aquí, lo juro.
Su negativa debió de haberle dado coraje al pequeño imbécil porque se plantó delante de Pau y Pedro —Me aseguraré de que vuelva segura a su habitación esta noche.
—Sí, eso no va a suceder.
Bobby, el-imbécil, se mantuvo firme mientras Paula escudriñaba los rincones oscuros, en busca de su copa perdida. —Está genial, hombre.
—Ella no es nada para ti. —Pedro rozó pasando al individuo, dejándolo allí de pie con sus planes arruinados por la noche. De ningún modo en el infierno si él estaba vivo y respirando, un tipo como ese iba a terminar teniendo una aventura de una noche con Pau.
Gentilmente, Pedro envolvió sus dedos alrededor del brazo de Pau y la apartó de donde una botella de vino se enfriaba con hielo. — Vamos, vamos a volver a nuestra habitación.
Le dio una mirada mordaz a Bobby, satisfacción se instaló en el vientre de Pedro cuando sus palabras se hundieron y las cejas de Bobby se dispararon, las manos levantadas en señal de rendición mientras retrocedía. Sí, juego terminado, idiota.
Ella empezó a protestar, pero luego se tambaleó hacia la izquierda, apretando su mano a la boca y riendo. —Puede que esté un poco borracha. No demasiado, pero creo que podría estar bien si camino.
Pedro arqueó una ceja.
Paula se rió de nuevo mientras lo miraba fijamente a través de espesas pestañas. —Te ves como si hubieras chupado algo agrio. ¿Cuál es tu problema? Sólo bailaba y...
—¿Y qué? —gruñó por lo bajo.
Ella arrugó la nariz. —Bueno, yo... eh, no lo sé.
Rodó los ojos. —Vamos, vamos a llevarte a la cama.
—¡Oh, escúchate! Ordenándome ir la cama. Qué vergüenza —dijo, riendo mientras se liberaba del suave agarre—. ¿Qué pensaría la gente? La controversia, Pedro.
—Pau...
Caminó por delante afectadamente, y él suspiró, arrastrándose tras ella. Sorprendentemente, se dirigía a la escalera que conducía al camino y lejos del vino, lo que era una cosa buena, supuso.
Pasando a Patricio, le dirigió a su hermano una mirada antes de que pudiera hacer algún comentario listillo. Y estaba en la punta de su lengua, también. Una cosa que Patricio no hacía era tener relaciones de cualquier tipo. Su hermano se citó, claro, pero el infierno se enfriaría antes de que el hermano mayor sentara cabeza.
—Buenas noches —dijo Patricio, riendo.
Pedro lo ignoro.
Ella lo hizo bajar un escalón antes de que él se abalanzara, consiguiendo un brazo alrededor de su cintura estrecha. Se apoyó en él, y la llevó por las escaleras sin caerse y romper su cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario