viernes, 12 de septiembre de 2014

CAPITULO 18



Perezosamente, Paula se estiró y un placentero calor quemó en sus músculos. La noche pasada… si, probablemente fue la mejor noche de su vida. Sin duda alguna. Después de que Pedro tuviera unos pocos segundos para recobrarse, él la había volteado sobre su estómago, levantado hasta ponerla de rodillas y… sí, como había dicho, la mejor noche de su vida. Y su cuerpo ya estaba quemando, preparándose para él otra vez.  


La noche pasada tenía que haber sido un punto de partida para ellos. La forma en la que…. el modo en el que le había hecho el amor, significaba algo profundo, irrevocable, y perfecto. Simplemente lo sabía. De algún modo, quemaron esas barreras sin palabras. Él tenía que ver que era mucho más que su padre y saber que estaban destinados para esto.  


Rodo  sobre su costado y busco  el calor de su cuerpo y encontro … nada.  


Sus ojos se abrieron de golpe.


El lugar junto a ella estaba vacío, pero la esencia a madera y a algo salvaje estaba impregnada en la almohada y en el enredo de sábanas.


Paula se volvió hacia el sofá, pero ese también estaba vacío. 


Una profunda sensación de presentimiento echó raíces y se revolvió en la cama, envolviendo una sábana a su alrededor. Revisó el baño, pero tampoco estaba allí.  


Se había ido sin decir nada.


Su corazón dolió.



Muy bien. Estaba siendo estúpida. Él podría estar haciendo cualquier cosa. Consiguiéndoles el desayuno o dando un paseo, disfrutando el limpio aire de la mañana. 


Apresurándose hacia la ventana, apartó las cortinas, haciéndole una mueca al brillante panorama. La terraza se hallaba vacía. Tan lejos como su visión llegaba, no vio a ningún Pedro. Dándose la vuelta, tembló mientras su mirada se paseaba sobre la cama. No la dejó, no después de una noche como esa. De ninguna manera, porque eso… eso sería como si la estuviera sacando de su sistema. Eso
sería como conseguir lo que querías y luego escabullirte, como hacían los chicos en paradas de una sola noche.


Su mirada viajó al sofá de nuevo, luego hacia donde su equipaje estaba cerca del pequeño armario y luego… sus ojos se dispararon de vuelta el equipaje.


Frío caló en sus huesos.


El equipaje de Pedro se había ido.   


Con su corazón latiendo fuertemente, cruzó la habitación y abrió la puerta del armario. Dos de sus vestidos y su vestido de dama de honor colgaban dentro, pero todas las cosas de Pedro, sus trajes, sus camisas, se habían ido. También sus zapatos, y sabía que si revisaba el baño, sus cosas tampoco estarían ahí.  


Paula permaneció frente al armario hasta que se dio cuenta de que temblaba.


La había dejado. 

Realmente lo había hecho.


Entumecida, dolorosamente aturdida, se dirigió de nuevo a la cama y se sentó en el borde. Su garganta quemaba y sus ojos picaron, pero ella lo reprimió, empujó todo abajo. Los minutos se volvieron una hora y él seguía sin aparecer.


Él en verdad la había dejado.


Su cerebro tuvo un tiempo difícil procesándolo, pero la evidencia era clara. Era tonta. La pasada noche le entregó su cuerpo y su corazón, y eso regresó y le mordió en el trasero.


Tal vez debió escucharle. Le advirtió, le había advertido todo el tiempo. Dijo que era como su padre y lo acababa de demostrar.


Y la había demolido.

1 comentario:

  1. No! Por qué??? cómo puede dejarla así! Pobre Pau! Muy buenos capítulos!

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