Paula había pensado seriamente acampar en el suelo de la
cabaña de sus padres, pero la idea de una segunda luna de miel le asqueaba. La mayoría en la fiesta de boda estaban emparejados, a excepción de Sasha, la amiga de Lisa que venía de Maryland, pero al parecer sería ella quien entretendría a Pablo por la noche.
Eso hacía que quedara su tía abuela Bertha, y sí, eso no iba a suceder.
Además, se había dicho a sí misma, mientras entraba a la vacía y oscura cabaña, que ya no era una adolescente. No huiría de Pedro. No importaba si le había entregado una vez más su corazón en las manos y él lo hubiese tomado, tirado en el suelo y pisoteado. Todo lo que necesitaba hacer era lograr pasar la noche y mañana, y entonces por el resto del fin de semana tendría su propia cabaña.
Se cambió de ropa rápidamente, tomando la camiseta que Pedro le había puesto la noche anterior. Angustia golpeó en su pecho cuando recordó lo dulce que había sido.
Dulce y sexy, y no había significado nada.
Todo lo que había querido era acostarse con ella para sacárselo de su sistema.
Qué imbécil.
Sus manos temblaron cuando tomó el grifo. Sentarse al lado de Pedro durante toda la noche fue una práctica de tortura.
Varias veces quiso girar y decirle algo, cualquier cosa. O tomar su vaso de agua y vaciárselo en su rostro. Eso último la hubiese hecho sentir mejor, al menos por unos momentos.
Varias veces quiso girar y decirle algo, cualquier cosa. O tomar su vaso de agua y vaciárselo en su rostro. Eso último la hubiese hecho sentir mejor, al menos por unos momentos.
Pero no había nada que decir, y después de ese fin de semana, volvería a su vida y se olvidaría de Pedro Alfonso.
Ató su cabello en una cola de caballo, lavó su cara y se dirigió a la cama, acomodándose bajo las sábanas. Esta noche, no se sentiría mal por rechazarlo y hacerlo dormir en el sofá. Se lo merecía.
Paula se puso sobre su costado, dándole la espalda a la puerta y cerró los ojos. Haciendo un recuento mental de los correos electrónicos que debía contestar y llamadas que debía hacer cuando regresara a casa la próxima semana, intentó aburrirse hasta dormirse antes de que Pedro regresara.
No tuvo suerte.
Cuando la luna estuvo alta, su pálida luz cortando a través de las persianas de madera, la puerta crujió al abrirse y sus pisadas rompieron el silencio.
—¿Pau?
Conteniendo el aliento, pretendió estar dormida. Qué forma de actuar como un adulto.
Las pisadas se oyeron más cerca y luego la cama se hundió bajo su peso cuando él se sentó. El silencio se deslizó, estrechó y tensó como sus nervios. ¿Qué estaba haciendo?
Tenía miedo de averiguarlo.
Tenía miedo de averiguarlo.
El suspiro pesado de Pedro eclipsó el golpeteo de su corazón. Un segundo después, sintió las puntas de sus dedos peinar las hebras de su cabello sobre su mejilla, para colocarlas detrás de su oreja.
—Lo lamento —susurró, pero pudo oírlo—. Lo lamento por todo.
Su aliento quedó atascado, recordándole que, de hecho, había estado respirando.Paula no estaba segura de lo que su disculpa significaba. ¿Debería deshacer todo? ¿Debería simplemente colgar entre ellos, como una bandera blanca proverbial, así podría haber algún tipo de amistad en el futuro, porque no existía un futuro entre ellos, sin importar nada?
Y no estaba segura a quién se debería culpar por la mayoría de esa gran catástrofe. Claro, Pedro no era inocente, pero fue ella, y los sentimientos que la habían llevado a este, lo que complicaron todo.
Paula apretó los ojos ante el mar de lágrimas y apretó su boca.
Pedro se cernió sobre ella por algunos segundos más, y luego la cama cambió de forma cuando se movió para ponerse de pie. Incapaz de quedarse quieta, de pretender que nada de esto sucedía, ella giró sobre su espalda. —¿Pedro?
Se congeló, una mano plantada en las mantas al lado de sus caderas. En la oscuridad, sus ojos lucían negros, sus facciones rígidas, extrañamente francas y vulnerables.
De verdad no tenía idea de lo que estaba haciendo. Su cuerpo estaba en guerra con su corazón y pensamientos, y desde que era una niña siempre había tenido un terrible y horrendo control de sus impulsos.
Estirándose, posó su mano en su suave mentón. En vez de alejarse, presionó su rostro en su mano y cerró los ojos.
—Ha sido una boda para recordar, ¿no crees? —dijo, mientras su mejilla se alzaba contra su mano mientras le daba una pequeña sonrisa—.Y todavía no ha habido una boda si quiera.
Entonces, posó su mano sobre la de ella y la llevó a sus labios.
Dando un beso sobre su palma, su corazón dio un vuelco.
—Lo siento, Pau. De verdad lo siento. No sé en qué diablos pensaba para decir lo que te he dicho más temprano. Sacarlo de mi sistema no era lo que quería.
—Lo siento, Pau. De verdad lo siento. No sé en qué diablos pensaba para decir lo que te he dicho más temprano. Sacarlo de mi sistema no era lo que quería.
Sus dedos se enredados en los de él. La confusión barrió a través de ella. —Yo no… no entiendo.
Aspirando un aliento profundo, dijo—: Ni siquiera sé en qué estoy pensando. Pablo me escupió toda esta mierda a lo Oprah y algo de eso tenía sentido, así de loco como parece.
—¿Qué?
Pedro sonrió un poco, y entonces sus ojos encontraron los de ella.
—Te quiero.
El aliento de Paula se contuvo. La esperanza estaba de vuelta, latiendo dentro de ella. Con Pedro, todo era como una montaña rusa.
Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. —Dijiste eso antes.
—Y lo decía en serio.
Mucha confusión todavía se revolvía dentro de ella, pero su corazón siguió adelante, creando más espacio para él. La palabra que se escapó de sus labios prácticamente selló su destino. —¿Quédate?
Pedro dudó, su cuerpo se tensó, tanto así que podía sentir el nerviosismo rodando fuera de él. Entonces, se puso en movimiento, pateando sus zapatos mientras desabotonaba su camisa. Esta revoloteó hacia el piso como una bandera blanca.
Su corazón estaba en su garganta mientras su mirada parpadeaba ante la extensión de su bien definido pecho, a través de las ondas de sus abdominales duros como piedra.
Era hermoso, sacado directamente de sus fantasías. Bajo la pálida luz de la luna, en la sombras de la cabaña, dejo a
Era hermoso, sacado directamente de sus fantasías. Bajo la pálida luz de la luna, en la sombras de la cabaña, dejo a
un lado sus reservas y miedos. Ella existía de lo que siempre había tenido… su amor por Pedro.
Y por un instante, creyó que este era el punto culminante que se había construido por años. No habría vuelta atrás. Y si no era capaz de probarle que él no era como su padre, nadie podría.
Pedro se recostó sobre su lado, colocándose cara a cara, dejando muy poco espacio entre ellos. Ninguno dijo nada mientras ella se retorcía hacia él dejando pocos milímetros de distancia.
Lentamente, tentativamente, Pedro posó su mano en su mejilla. Sus dedos recorrieron el arco de su rostro, hasta sus labios entre abiertos.
Sintió la luz tocando en cada parte de su cuerpo y su respuesta fue inmediata, consumiéndola.
Sus dedos cambiaron el rumbo hacia su garganta, hasta el borde su camiseta de algodón. Una pequeña sonrisa jugó en sus labios. —¿Sabes que verte en mi ropa me prende muchísimo? —bordeó la camiseta con sus dedos, acariciando sus clavículas, haciendo que los dedos de sus pies se enroscaran—. No sé exactamente por qué, pero lo hace.
Se preguntó si él se sentía igual cuando ella estaba sin su ropa.
Entonces, recordó la dura longitud que se presionó en ella en el baño y decidió que eso era un sí.
—¿Qué hacemos, Pau? —preguntó con su voz profunda y ronca.
Paula tragó, su cuerpo uniéndose a su corazón tomando la
decisión por ella. Antes de darse cuenta de lo que hacía, su cuerpo se movió hacia el de él.
Levantándose en sus rodillas, colocó ambas manos en sus hombros y lo empujó hasta dejarlo plano sobre la cama. Se sentó a horcajadas sobre sus caderas, reprimiendo un gemido cuando sintió su erección forzando su paso a través de la tela de sus pantalones, caliente contra la curva en V de sus muslos.
—Hazme el amor —le susurró—. Por favor.
Pedro se quedó inmóvil y luego sus espesas pestañas se alzaron, su mirada atravesándola. No respondió, pero colocó las manos en sus muslos, deslizándolas por el dobladillo de su camiseta. Sus dedos arrugaron el material. Hubo una pausa, un momento donde la única cosa moviéndose era su corazón latiendo, y entonces levantó la camiseta.
Y esa fue su respuesta.
Para el momento en que la camiseta tocó el suelo, su boca estaba en la de él, y su caliente y gran cuerpo debajo ella.
El beso no era suave ni gentil. Era profundo y abrasador, producto de años de deseo reprimido por ambas partes. Sus labios tragaron sus entrecortados gemidos mientras colocaba su mano en su pequeña espalda, tirándola hacia su pecho. La sensación de su piel rosando la de ella inundó sus sentidos. Pedro la besó como un hombre hambriento, poseído por la necesidad… necesidad de ella. Las manos de Paula se aferraron a sus hombros mientras apostaba su reclamo.
El beso no era suave ni gentil. Era profundo y abrasador, producto de años de deseo reprimido por ambas partes. Sus labios tragaron sus entrecortados gemidos mientras colocaba su mano en su pequeña espalda, tirándola hacia su pecho. La sensación de su piel rosando la de ella inundó sus sentidos. Pedro la besó como un hombre hambriento, poseído por la necesidad… necesidad de ella. Las manos de Paula se aferraron a sus hombros mientras apostaba su reclamo.
Una mano enredada en su cabello. —Si vamos a detenernos — susurró contra sus hinchados labios—, necesitamos hacerlo ahora. ¿Me entiendes?
Se estremeció cuando sus dientes mordisquearon su labio inferior.
—No quiero detenerme. Nunca. ¿Me entiendes?
Se puso rígido de nuevo, y entonces con un gruñido casi salvaje, moviéndose casi tan rápido como un latido, ella estaba en su espalda, abierta y vulnerable, él cerniéndose sobre ella. La concentración marcó sus llamativas facciones, enfatizando sus labios llenos.
Entonces, estaba sobre ella. Su boca trabajaba drásticamente en la punta de su pecho mientras intentaba abrir apresuradamente los botones y cierre de sus pantalones. Paula soltó un llanto estrangulado cuando su espalda se inclinó lejos del colchón.
Carne contra carne, lo sentía caliente y duro contra sus muslos, y agarrando sus brazos, colocando pequeños besos en todo su rostro, bajando por su garganta.
Pedro sostuvo el mentón de Paula, la acercó para que su boca saqueara la de ella de nuevo, besándola hasta que se retorciera y revolviera debajo de él. Tenía el control. Parte de ella no lo hubiera deseado de otra manera.
Algo de realidad se coló, y ella apoyó una de sus manos en su pecho.
—Estoy tomando la pastilla, pero…
Una sonrisa torcida tiró de sus labios. —Lo tengo cubierto —Estuvo fuera de ella, hurgando entre sus maletas por unos momentos hasta que regresó con un paquete cerrado en sus manos.
Paula levantó una ceja. —¿Planeando conseguir acostarte con alguien este fin de semana?
—En realidad, no —admitió—. Pero siempre tengo alguno conmigo.
No había tiempo para dejar que los celos se filtraran porque su mirada cayó y su estómago se ahuecó, mientras lo miraba deslizarse el condón en su grueso miembro.
Entonces, sus labios estaban en los de ella mientras la guiaba de vuelta a su espalda y se estiraba sobre ella.
Entonces, sus labios estaban en los de ella mientras la guiaba de vuelta a su espalda y se estiraba sobre ella.
Asombrada por el poder en su cuerpo, deslizó sus manos a través de su trabajado estómago y alrededor de sus tensas caderas. Su piel era como satén extendida sobre acero. Perfecta.
El sabor de él estaba en su boca cuando los besos se hicieron más apaciguados, volviéndose tierno mientras lo sentía caliente en su entrada.
Girando sus caderas, gimió ante la sensación de él allí, cerca, pero no lo suficiente. Estaba tan lista, había estado lista por lo que parecía una eternidad.
Levantándose sobre sus codos, Pedro la miró. Sus ojos de un zafiro caliente y vibrante, penetrantes e intensos cuando los unía a los de ella.
—No te detengas —susurró—. Quiero sentirte dentro de mí.
—No podría detenerme ahora, incluso si lo quisiera —la besó, llenándola con toda la pasión y anhelo que había estado sintiendo por tanto tiempo—. Necesito esto. Maldición, te necesito.
Y entonces se sumergió dentro de ella con un profundo golpe.
Paula soltó un lloroso lamento ante la sensación de él llenándola.
Ninguna de sus fantasías, ninguno de los hombres con los que había estado en el pasado, ninguno se había sentido así, porque esto… esto era maravilloso.
Se quedó inmóvil, muy dentro de ella. Una mano se dirigió hacia su rostro, peinando el húmedo cabello de su frente. —Eres tan estrecha… — su voz era gutural, casi animal—. ¿Te encuentras bien?
Asintió y luego enredó sus piernas alrededor de sus caderas. Pedro echó la cabeza hacia atrás, jadeando, y entonces comenzó a moverse contra él. Las venas en su cuello sobresalieron, como lo hicieron en sus brazos. Y luego, comenzó a moverse, lentos y lánguidos golpes que la volvieron loca. La fricción de sus cuerpos moviéndose juntos, el sonido de la silenciosa cabaña aumentaron su placer.
Perdida… Paula estaba perdida.
Por tanto tiempo, esperó mientras ella lloraba por más, y cuando finalmente se lo cedió, jadeó mientras él clavaba sus manos en sus muñecas, sosteniéndola fuerte. Empujó fuerte, sus caderas subiendo para encontrar las suyas.
La presión creció dentro de ella, zumbando por sus venas como un rayo embotellado. Era demasiado, demasiado intenso. Su cabeza se agitaba, y su cuerpo temblaba.
—Acaba para mí —susurró Pedro en su cuello—. Déjate llevar.
Y así lo hizo Paula. Se deshizo, hecha añicos a su alrededor mientras llamaba su nombre. Dos rápidos y duros movimientos más tarde, y lo sintió acabar dentro de ella. Su enorme cuerpo teniendo espasmos sobre el suyo, mientras los temblores sacudían su cuerpo.
Cuando todo acabó, se deslizó fuera de ella y se recostó sobre su espalda, acercándola para que su mejilla descansara sobre su latiente corazón. Ambos peleando por conseguir algo de aire.
Nunca había sentido nada como eso antes, y sabía que nunca lo volvería a sentir. Cielo.
Paula cerró sus ojos. Habían grandes oportunidades de que se arrepintiera de esto en la severa luz de la mañana y después de semanas, tal vez meses desde ahora. Pero en unos pocos años, sería capaz de mirar hacia atrás y saber que había sido suyo, aunque hubiese sido por una noche.
Wowwwwwwwwwww, al fin!!!!!!!!!!!!!! Ojalá no se arrepientan.
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